El pasado septiembre mi novio me invitó a Marsella-Francia, (destino sorpresa), para celebrar los dos años que llevamos juntos. He de admitir que la primera impresión no fue muy buena, y es que Marsella es una de noche, y otra de día. La noche Marsellesa es sucia, abarrotada, corrupta; pero de día el sol inunda sus calles y deja ver la majestuosidad de cada edificio, calle, palacio y fuente. Lo que más me llamó la atención fue ver la cantidad de culturas que con el paso de los años han ido formando el centro multiétnico que es ahora Marsella. El olor a crêpes, el desayuno con croissantes y especialmente las dos islas que distan a solo un ferry del Vieux-Port fue lo que más me gustó.
Visitamos Notre-Dame de la Garde y la Iglesia de Saint Vicent de Paul, cada cual más distinta pero igual de impresionantes. Me quedé con ganas de ir al Palacio de Longchamp (me sonaba por la marca y me entró la curiosidad, ya sabéis). Y aquí os dejo la foto de una <<calanque>> de la isla de Frioul en la que pasamos dos de los cuatro días que estuvimos...para que os muráis de envidia. ;P
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